martes, 14 de septiembre de 2010

"El grito" tropical

El calor a todo lo que da, y ni las tres cuadras que hay que caminar so riesgo de ensuciarse el vestido nuevo, ser atropellado por los ríos de entusiastas patriotas armados con banderita tricolor, elote con chile y trompeta plástica, impiden que como cada año, hagan la peregrinación anual al balcón de palacio de gobierno en Chetumal, para oír “el Grito”.

Para quienes no viven en este rincón de la Patria, ese que llaman aquí balcón, más que balcón es un corredor panorámico que mucho tiene de alto pero nada de funcional y menos cuando toda la corte burocrática que crece día a día, los empresarios locales de rancio abolengo, los emisarios del pasado, invitados especiales, artistas, intelectuales tropicales, la nube imprescindible de reporteros y fotógrafos y las fuerzas vivas que sostienen a la estructura gobernante se arremolinan para asomarse por entre los pilares, para desde ahí,  más que ver, ser vistos, no por la turba y gritería que se concentra en la explanada, sino por el gobernante en turno, que minutos después dará con brío y gallardía “el grito” la noche del 15.

Un calor asfixiante, que se alimenta de los vapores de una lluvia recurrente en medio de la selva.

No importa ni que la guayabera de lino fronterizo se arrugue como chicharrón placero; ni que el maquillaje se corra por el bochorno, mucho menos los apretones y los 15 minutos de convencimiento con los guardias, que desde las escaleras impiden que aquello se vuelva intransitable, el chiste es estar ahí, en el primer piso de palacio.

Porque contrariamente a  lo que se podría esperar, esa noche mas alto no es mejor, al contrario, el abismo entre piso y piso indica a propios y extraños, la lejanía con el régimen en turno, recuerda el nivel en el escalafón o peor aún, impide que de pasadita, se pueda hacer aquella gestión que esta pendiente y que tanto apremia. Nunca en todo el año, el nivel en que te ubiques es tan importante.

Tanta es la afluencia del paisanaje que se empeña en observar el tumulto patrio, que a alguien se le ocurrió esparcir el rumor que el primer piso podría derrumbarse  debido al peso acumulado de los generalmente ebúrneos y tropicales asistentes en kilos y por los años, tampoco de los especímenes del pasado que se empeñan en seguir arremolinándose en cuanto evento público haya, sea importante o no, sino del vetusto edificio que mirando a la Bahía es sede del Ejecutivo local.

Una posibilidad de tan inseguras e inverosímiles proporciones, porque ya parece que se puede exponer a toda la clase gobernante a venirse a bajo ante la mirada impávida de los héroes que nos dieran patria y libertad y de la turba sorprendida.

Pero así ni están todos los que son, y menos los que quieren parecer; en democrático escalafón gubernativo cercanos y poderosos, influyentes y sofisticados, sudados eso sí todos.

Los de arriba y los de abajo, en la plaza o en las calles, los venteros de marquesitas y fruta picada. Todo espolvoreado con talco y queso de bola rallado. Lo regional se dice aquí.

Pero qué más da, que lo que importa es estallar en júbilo nacionalista en sabores picantes y papelitos voladores, en sones de mariachi y artificios de colores, en fritangas, dulces y hot dogs, que poco tienen de mexicano, pero ya en la bola ni se nota, más aquí que se han empeñado en hacerlos autóctonos y empanizadamente grasientos.

Este el año del Bicentenario, los festejos se antojaban como siempre, región 4; sin embargo, habremos de festejar la Independencia con amenaza de Tormenta, que llegará por ahí del medio día y que habrá de agregar un ingrediente adicional a los recuerdos de estas fiestas.

Que lo bueno es jolgorio y en grande, unos arriba y otros abajo, que al final todos somos mexicanos, nada más que como dirían los que apostados desde el primer piso observan hacia lo alto no a los cohetes y voladores, sino a quienes no alcanzaron lugar entre ellos, que bueno que aquí como en todo el país, todos somos iguales, nada más que unos más iguales que otros.

Así es el devenir de la república, discursos e himnos que se pierden en la gritería y el murmullo inteligible de quienes sólo pretenden rendir pleitesía a la cerveza, heroína verdadera de gestas, hazañas y pendencias.

Este grito pasara y como ha sido desde hace años, los héroes, dioses y semidioses volverán a los nichos que siempre ocupan a empolvarse un año más… que para el próximo, ya Dios dirá…

lunes, 13 de septiembre de 2010

El puente del Bicentenario

En abril de 1904 y por instrucciones de mi general Don Porfirio Díaz, se comenzó a construir lo que hoy es el Palacio de Bellas Artes, 6 años antes de que comenzaran los festejos por el Centenario de la Independencia Nacional; el teatro se terminó 30 años después, debido como todos sabemos a la Revolución y a uno que otro error en el diseño y construcción que Adamo Boari no consideró al momento de iniciar la obra, pero al final ahí esta grandioso y señorial con los aportes que hiciera Federico Mariscal.


Dos años antes en enero de 1902, el mismo presidente Díaz había puesto la primera piedra de lo que hoy es conocido como el Ángel de la Independencia, que fiel al gatopardismo nacional, no es lo que dicen que es, es decir, no es ángel sino una Victoria alada al puro estilo neoclásico tan de moda por esos años, a cargo al final, porque también fiel a la costrumbre, las obras las diseña alguien, las empieza otro y las termina uno diferente, por eso se atribuye al arquitecto Rivas Mercado, más famoso quizá por se padre de Antonieta, la que se mató dicen, por desamor, de un balazo en la Catedral de París.

Actualmente, ése que es un mausoleo desde 1923, sirve no sólo de referente vial sobre el Paseo de Reforma,  (también inaugurado en 1910, y que es como nuestro el Champs Elysees pero región 4), sino que por alguna extraña razón, es meta obligada de alcoholizados futboleros, que con cada gol y vuelta, rinden culto sin saberlo, a los héroes que nos dieron Patria.

En 1907 ya el mismo Porfirio Diáz había inaugurado el Imponente Palacio Postal, hoy llamado supongo que un afán republicano simplemente, Edificio de Correos. Ah¡ y como olvidar a la Castañeda; el celebérrimo Manicomio general ofrecido igual como un ejemplo de modernidad y oficio del quehacer científico, inaugurado en 1910, a propósito, como es de suponerse de los festejos del Centenario.

Nada mas apropiado para un país en donde la locura, es contertulia habitual de la música, la poesía y el drama nacional.

Y eso sólo en la ciudad de México, porque sí de obras alusivas a tan importante acontecimiento patrio hablamos y que aún perduran como ejemplo vivo de la "pax porfiriana", podemos recordar el Reloj Munumental de Pachuca en el estado de Hidalgo o el Mercado Hidalgo en Guanajuato, el teatro de Zacualpan o el por todos conocido Parque Zoológico El Centenario en Mérida; obras todas de uso consuetudinario hasta la fecha.

Independientemente de lo que se pueda decir o no, sobre las condiciones socioeconómicas del México de 1910, el estallido posterior de la Revolución y los efectos, lo cierto es que las fiestas del Centenario pueden contar hasta ahora de edificios y monumentos emblamáticos a todo lo ancho y largo del país.

100 años después y con un presupuesto infinitamente superior al de entonces, el actual régimen sólo ha logrado eclipsar con luces y estruendo de aplausos, todas estas expresiones del arte y la cultura nacional, con una obra, que resulto tan del gusto del imaginario y el ser nacional.

Un puente nunca antes visto, fincado sobre 4 pedestales grandiosos: el descanso de ocasión , el consumismo patriotero, el nacionalismo ramplón y el dispendio presupuestal

Desde el 15 y hasta el 19 de septiembre, por decreto presidencial, el Mega Puente del Bicentenario, será recordado, como la obra magna de un Sexenio, una semana completa sin trabajo, con sueldo pagado, para gustar y disfrutar y que sin duda despúes de la acostumbrada cruda y cuando las hojas de los tamales rueden por las calles inundadas de basura y papelitos tricolores, pasará a la historia con mas pena que con gloria.

Hoy pocos recuerdan a Porfirio Díaz como presidente, pero admiran las obras que su régimen dejó para la posteridad, en 100 años más, ¿Cuántos recordarán a Felipe Calderón como presidente?, uno, que ni obras dejó...

Al tiempo pues...

jueves, 9 de septiembre de 2010

La guerra que perdió el PRI

Hoy por la mañana a invitación de un grupo de entusiastas jóvenes preparatorianos, compartí una conferencia sobre la Primera Guerra Mundial, como parte de sus actividades curriculares.

Para un tema tan extenso y con tantas vertientes, opté por presentarles un esquema metodológico, para analizar los diferentes elementos que generan, conforman, mantienen y justifican a la guerra, independientemente del tiempo, modo y lugar.

Más alla de lo que comentamos y del indescriptible encanto que me provocan los preparatorianos, ese nivel educativo en donde considero se forma el sentido crítico de las personas; aparecen las cualidades y los defectos que marcarán el resto de su vida; y cuando ya es posible analizar las cosas por encimap de la didáctica mnemotécnica, preparar la charla, me hizo reflexionar sobre algo, que siendo verdad de perogrullo, por evidente va siendo cada vez mas abrumante.

Sobre todo, por que coincide con la entrega del paquete fiscal para el próximo año, que en la Cámara de Diputados habrá de vivir su ya clásico jaloneo anual; la danza de los millones con sus pesos y centavos, (que por cierto ayer me di cuenta que aún existen, ya que la cajera del supermercado me dio dos pequeñas moneditas de 10 centavos cada una, que guarde como un pequeño tesoro en el baúl de los recuerdos felices) y con la captura al parecer producida por los ya célebres estudios García Luna Inc de un, nos dicen peligrosísimo capo de las drogas.

Y es que, siendo como soy, heredero de la cultura de la crisis, de pronto, el imaginario popular desvió no sólo su atención, sino el catálogo de prioridades, de la economia hacia la seguridad pública. Así de pronto, con la rapidéz de una ráfaga de metralla, cambiamos conceptos, transformamos fantasmas, y acabamos de tajo con al menos 40 años de lucha histórica. Esa que por las devaluaciones y la crisis marcó a toda una generación.

El argumento legitimador de los gobiernos priístas desde Luis Echeverría, fué siempre la crisis económica, la deuda externa y la devaluación, esta trinidad perversa que sexenalmente laceraba nuestras carnes y conciencias, pero que servia como punto de partida a la esperanza del nuevo régimen. Con cada presidente nuevo una nueva forma de enfrentar la crisis, al final un error de lucha perdida, y así el cuento de nunca acabar. El suplicio de Tántalo en monedas de a peso.

Bueno, eso hasta ahora, porque lo que 40 años de gobiernos priístas no pudieron; en tan sólo 4 de calderonismo panista se esfumó.

El presidente Caderón, así bajo todo él y su perfil ,de un plomazo, borraron a la crisis del imaginario colectivo. Nadie habla ya de la devaluación, y mucho menos de la deuda externa, que dicho sea de paso, a estas alturas debe ser más eterna.

Palabras como crisis mutaron a narcotrafico; devaluación por delincuencia organizada; deuda por cártel; fayuca por estupefacientes, del Banco de México nos fuimos a la SIEDO, y del fantasma de la devaluación ahora aparecen embozados, los sicarios.

Todo un logro, si se piensa en cuanto nos afecta aún la condición económica nacional, pero de eso... ni una palabra.

La situación económica ya no importa, ni las variables ni las proyecciones, la devaluación es un mito urbano y todo ello, gracias a la inseguridad, o mejor dicho a la percepción que de la inseguridad han hecho desde el poder entre la gente, con esa apología de la muerte; de disparos y granadas, con secuestros y extorsiones, viviendo una guerra, que no tiene ni pies ni cabeza.

Por eso pienso que al final del día, el PRI y sus gobiernos perdieron la guerra contra la economía, porque el actual régimen no tuvo que hacerle frente, sólo, cambio de adversario.

martes, 7 de septiembre de 2010

El reino perdido de la tilde

Una de las razones que motivaron el que incursionara en este mundo del blog, fue una amenísima charla twittera entre un admirado ciber amigo y otro connotado comunicador, sobre el uso adecuado de la ortografía castellana en Twitter.

Después de un brevísimo duelo motivado más, hay que decirlo, por la prudencia del comunicador que por el ya tradicional y divertido espíritu contestatario del jurisconsulto jalisciense, que es mi ciber amigo, el asunto sobre el uso de acentos, signos de puntuación y sintaxis adecuada en 140 caracteres, me parece no sólo gracioso sino poco explorado, por quienes somos asiduos practicantes de las redes sociales.

Siempre he creido que la ortografía es signo y distintivo de cultura y corrección, es por decirlo así, como traer boleados los zapatos; brillante y lustrosa carta de presentación alternativa, que sirve para saber si alguien es o no es pulcro y correcto.

En mis años como profesor de gramática, literatura y redacción, la insistencia por una ortografía decorosa, fué siempre motivo de exhorto y exigencia; aún recuerdo como en una época, antes de leer una tarea contaba y señalaba con rojo las faltas ortográficas, que al llegar a 5 eran motivo suficiente para no seguir leyendo y con ello, obtener una mala calificación.

Pero la ortografía como la lengua va mutando, muta ella y mutan los hablantes, se crean palabras nuevas, modismos y formas de comunicación diferente.

¿Quién hubiese pensado en ese tiempo que existiria el twitter? es más, ni las computadoras o telefonos celulares tenian cabida en la imaginación colectiva, y aún asi aparecieron, con sus teclas pequeñitas y la modernidad.

Quizá algunos recuerden como nos horrorizamos con aquel discurso que en 1997, el famoso Gabo diera en Zacatecas a propósito de un Congreso de la Lengua; suprimir la ortografía, y simplificar al máximo la puntuación, decia el Premio Nobel, nada más sacrílego y aberrante; tanto lo fue que poco tiempo después tuvo que corregir su dicho y con el tiempo se diluyo aquel comentario; pero lo dicho, dicho esta, y el fantasma de la anulación ronda, esperando su turno en el ciberespacio.

Confienso que yo no uso ni acentos ni signos de puntuación en Twitter, no es que no me guste, no sepa donde van, o no quiera en rebeldia hacerlo; no, no los uso por que es incomodo, y se supone que la comunicación via Twitter es inmediata, expontanea y movil, sobre todo eso, movil.

Se que para alguien que esta cómodamente sentado frente a su computadora, en una confortable habitación, el leer twits desprovistos de toda tilde, al margen del purismo ortográfico más elementar debe ser chocante; máxime si  lo que se dice esta en contra de lo que firmemente opina. Pero para el usuario que como yo, comparte; critica, comenta, burla, satiriza, observa o retwitea un comentario desde un teléfono celular movil, por muy blackberry que sea, usar los acentos es poco menos que desesperante.

En primera porque no son accesibles, en segunda porque el tamaño de las teclas impide la exactitud del signo en comento y en tercera porque usamos la blackberry haciendo otra cosa al mismo tiempo, y por si todo esto fuera poco, el pensar en un impecable twit escrito invocando a la grandilocuencia de Cervantes; el genio de Quevedo, la inspiración de Neruda y la contundencia de Borges, en medio del supermercado, o esperando a que cambie la luz del semáforo, en 140 caracteres me parece, eso sí un acto de extrema soberbia conductual.

Pero más aún, me llama a considerar, el periodo de vida util de un twit, escrito a la vera del camino, la mayoría de los twit´s pasan como la democracia en México, ignorados y con mas pena que con gloria, por los TL de los atareados usuarios y los fologüers.

Esto nos lleva a considerar las varias opciones; una, que alguién le diga a quien invento el Twitter, que en lengua castellana, muy poco se puede expresar en 140 caracteres y por consiguiente debe aumentar un poco más la extensión del párrafo.

Dos, que todos usemos el twitter en correcto castellano, pasando el número de caracteres a sabiendas que nadie querra gastar mas tiempo en revisar aquello que ha sobrepasado la extensión habitual; y tres que a falta de espacio pero si de corrección, mandemos twit´s encadenados so riesgo, obvio, de parecer spam.

En mi opinión, debemos dejar que las fuerzas libres de la expresión atemperen los ánimos twitteros, es creo, una novel herramienta, que aún esta encontrando su posición en las formas de expresión colectiva.

Los que sepamos escribir lo hagamos, los que no quieran lo digan y los que no sepan, pues se adhieran a las filas de los analfabetas funcionales que en una de esas, para cuando nos pongamos de acuerdo, sobre escribir con o sin reglas ortográficas, ya habrá una nueva red social en donde ese tema no sea ni relevante ni trascendente y al twitter simplemente le demos, un perfectamente bien escrito: unfollow.

y en el principio...

Volver a escribir es como regresar al gym; asi de estresante, tedioso, y espero yo menos doloroso. Nunca me ha gustado escribir, creo que es una práctica obligada, prefiero como todo mundo sabe a la oratoria, impartir conferencias, dar clases y sobre todo platicar, pero en vivo, viendo las expresiones de sorpresa, de asombro y de incredulidad de la gente, oir su voz y acariciar su olor. Las palabras con acento y sin tilde.

Leer es mucho mejor que escribir, es mas divertido edificante, se pueden construir mundos y personas, viajar por el tiempo y los placeres, leer es crear, ponerle música a las letras.

No me gusta escribir y sin embargo, lo estoy haciendo de nuevo. A decir verdad tampoco me gusta hacer ejercicio, y tampoco me gusta ir a la escuela y conducir o comer víceras cocidas, nada de eso me gusta y lo he tenido que hacer, porque creo firmemente que hay cosas que debemos hacer no por gusto, sino por el puro placer de doblegar la voluntad. Como esas varas de membrillo, que al ser flexibles no se rompen cuando las hacemos arco, asi hemos caminado por la vida, haciendo y deshaciendo sin más... 

El twitter me gusta, pero su camisa de fuerza me agobia, esta bién para mensajes cortos, ideas procaces y saludos; pero me he quedado con ganas de decir más; de tomar el telefono y comentar a detalle las cosas y las personas, de encontar que hacer con eso y que pensar de ello.

Hacer y pensar, un binomio interesante en donde el orden de los factores sí altera el producto, por eso no corregire mis textos, serán publicados asi, como salgan, con la expontaneidad y la impunidad, que les da el ser hijos de una deidad anónima.