lunes, 13 de septiembre de 2010

El puente del Bicentenario

En abril de 1904 y por instrucciones de mi general Don Porfirio Díaz, se comenzó a construir lo que hoy es el Palacio de Bellas Artes, 6 años antes de que comenzaran los festejos por el Centenario de la Independencia Nacional; el teatro se terminó 30 años después, debido como todos sabemos a la Revolución y a uno que otro error en el diseño y construcción que Adamo Boari no consideró al momento de iniciar la obra, pero al final ahí esta grandioso y señorial con los aportes que hiciera Federico Mariscal.


Dos años antes en enero de 1902, el mismo presidente Díaz había puesto la primera piedra de lo que hoy es conocido como el Ángel de la Independencia, que fiel al gatopardismo nacional, no es lo que dicen que es, es decir, no es ángel sino una Victoria alada al puro estilo neoclásico tan de moda por esos años, a cargo al final, porque también fiel a la costrumbre, las obras las diseña alguien, las empieza otro y las termina uno diferente, por eso se atribuye al arquitecto Rivas Mercado, más famoso quizá por se padre de Antonieta, la que se mató dicen, por desamor, de un balazo en la Catedral de París.

Actualmente, ése que es un mausoleo desde 1923, sirve no sólo de referente vial sobre el Paseo de Reforma,  (también inaugurado en 1910, y que es como nuestro el Champs Elysees pero región 4), sino que por alguna extraña razón, es meta obligada de alcoholizados futboleros, que con cada gol y vuelta, rinden culto sin saberlo, a los héroes que nos dieron Patria.

En 1907 ya el mismo Porfirio Diáz había inaugurado el Imponente Palacio Postal, hoy llamado supongo que un afán republicano simplemente, Edificio de Correos. Ah¡ y como olvidar a la Castañeda; el celebérrimo Manicomio general ofrecido igual como un ejemplo de modernidad y oficio del quehacer científico, inaugurado en 1910, a propósito, como es de suponerse de los festejos del Centenario.

Nada mas apropiado para un país en donde la locura, es contertulia habitual de la música, la poesía y el drama nacional.

Y eso sólo en la ciudad de México, porque sí de obras alusivas a tan importante acontecimiento patrio hablamos y que aún perduran como ejemplo vivo de la "pax porfiriana", podemos recordar el Reloj Munumental de Pachuca en el estado de Hidalgo o el Mercado Hidalgo en Guanajuato, el teatro de Zacualpan o el por todos conocido Parque Zoológico El Centenario en Mérida; obras todas de uso consuetudinario hasta la fecha.

Independientemente de lo que se pueda decir o no, sobre las condiciones socioeconómicas del México de 1910, el estallido posterior de la Revolución y los efectos, lo cierto es que las fiestas del Centenario pueden contar hasta ahora de edificios y monumentos emblamáticos a todo lo ancho y largo del país.

100 años después y con un presupuesto infinitamente superior al de entonces, el actual régimen sólo ha logrado eclipsar con luces y estruendo de aplausos, todas estas expresiones del arte y la cultura nacional, con una obra, que resulto tan del gusto del imaginario y el ser nacional.

Un puente nunca antes visto, fincado sobre 4 pedestales grandiosos: el descanso de ocasión , el consumismo patriotero, el nacionalismo ramplón y el dispendio presupuestal

Desde el 15 y hasta el 19 de septiembre, por decreto presidencial, el Mega Puente del Bicentenario, será recordado, como la obra magna de un Sexenio, una semana completa sin trabajo, con sueldo pagado, para gustar y disfrutar y que sin duda despúes de la acostumbrada cruda y cuando las hojas de los tamales rueden por las calles inundadas de basura y papelitos tricolores, pasará a la historia con mas pena que con gloria.

Hoy pocos recuerdan a Porfirio Díaz como presidente, pero admiran las obras que su régimen dejó para la posteridad, en 100 años más, ¿Cuántos recordarán a Felipe Calderón como presidente?, uno, que ni obras dejó...

Al tiempo pues...

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